Rabia
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Rabia

Cuando era pequeña pensaba que en el siglo XXI los coches volarían. Pensaba que estaríamos en un mundo mejor y más eficiente. Más limpio, más justo. Quizás fuera porque veía a los Supersónicos en la tele y me parecían lo más.

Ayer me di cuenta de que las mujeres seguimos en el siglo XV. Que da igual que llevemos la biblioteca de Alejandría en el bolsillo y que hayamos erradicado miles de enfermedades: para algunos temas seguimos siendo medievales.

A mí nunca me han violado y no sé lo que se puede sentir. Pero he sufrido el acoso que sufrimos todas: me han metido mano, me han hecho bromas sexuales, me han gritado en la calle… Incluso me han dado algún beso contra mi voluntad como os conté hace unos meses.

Nunca me he resistido mucho. Es decir, nunca le he pegado un guantazo al agresor, ni le he gritado, ni nada. El miedo me ha podido siempre.

Me imagino encerrada en un sitio con cinco hombres que quieren acostarse conmigo AL MISMO TIEMPO y me muero del terror. Me imagino cerrando los ojos y deseando que eso se acabe lo antes posible. Me imagino pensando en otra cosa, intentando apartarme de mi cuerpo, pensando que yo soy mi cerebro y no mi vagina. Me lo imagino.

También me imagino llorando y diciendo “no, no, no”. Y quizás algún día me imagine pataleando y gritando y pegando manotazos a ciegas.

Lo que quiero decir es que no hay una única manera de enfrentarse a una agresión sexual. No hay un manual. Nadie nos enseña a prepararnos para que cinco tipos nos usen como a un objeto. No hay reglas.

La sentencia de la Manada reconoce que ha habido sexo en contra de la voluntad de la víctima. Pero no ve violación. Reconoce que cinco tíos la penetraron en contra de su voluntad. Pero dice que eso no es violencia ni intimidación y que no hay violación. Lo repito porque es delirante.

El mensaje de esta sentencia es claro: la víctima tiene que demostrar que es una víctima. No importa que le hagan cosas horribles, lo importante es que lo parezca.

En este juicio se han admitido pruebas tan increíbles como fotos de la vida de la chica después de la violación. Como si eso tuviera alguna repercusión. “No, bueno, asesinamos a su marido, pero, mire, tres meses después ella estaba en un concierto con una amiga. Tanto, tanto no le ha afectado la muerte de su pareja, ¿no?” ¿Se os ocurre que se pueda alegar algo así en un caso de asesinato, por ejemplo?

En el caso de las agresiones a las mujeres, las juzgadas somos siempre las víctimas: ¿cómo iba vestida? ¿Se resistió? ¿Dijo que no?

Pero, vamos a ver. ¿Tengo que decirle explícitamente a un tipo que NO quiero sexo con él? Creo que se da por sobreentendido que NO quiero sexo con toda la gente a la que me encuentro por la calle. Me da igual que sea de día o de noche, que yo esté bailando, bebida, drogada o desnuda. Si yo no digo explícitamente que SÍ, nadie tiene derecho ni siquiera a tocarme.

No es que “no sea no”, que también. Es que “si no he dicho sí, es no”.

Hay que empezar a cambiar esa mentalidad que dice que las cosas son violación, abuso o acoso en función de lo que haga YO. No, señores, no. Si yo no invito a nadie a mi espacio personal, nadie tiene derecho a entrar en él. Y llevar poca ropa, ir bebida, ser simpática o tener muchas parejas sexuales no es invitar a nadie a mi espacio personal, es, simplemente, mi manera de ser. Que te puede gustar o no, pero no es cosa tuya, es como soy yo y punto.

La violación, señores, es una puta lotería. O tienes la suerte de no encontrarte con un energúmeno o tienes la mala suerte de hacerlo. No depende de ti, nunca es culpa tuya. Y es frustrante. Te sientes impotente.

Y ahora resulta que, si tienes la pésima suerte de encontrarte con uno de esos anormales, la justicia tampoco te protege. La justicia te juzga a ti. La justicia entiende que no es para tanto que CINCO TÍOS diez años mayores que tú te encierren y te violen. Afirman que deberías dar las gracias porque no te han pegado. Dicen, ojo, que esto podría ser más traumático todavíasi te hubiesen dado patadas o puñetazos. ¿Más traumático? ¿De verdad? ¿Que cinco tíos te violen por varios sitios diferentes a la vez no les parece lo suficientemente traumático?

Impotencia es lo que sentimos todas. Impotencia porque, una vez más, se pone en tela de juicio a la víctima y, aunque se reconoce que es una víctima, se pone en entredicho su sufrimiento o la cantidad de sufrimiento a la que se ha visto sometida.

Con esta sentencia nos dicen que hay violadas de distintas categorías. El mismo violador podría violar a una mujer y solo abusar de otra. OJO, en función de lo que haga la víctima. ¿Qué clase de justicia es esa?

Impotencia, rabia y tristeza. Cabreo. Frustración.

Somos la mitad de la población mundial y seguimos aplastadas, sometidas y dominadas como en otras épocas. Se sigue considerando que una violación es un delito menor. Y es únicamente porque los violadores son siempre hombres. Y las víctimas siempre mujeres y niños.

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